Los juegos estaban apunto de empezar, mi príncipe estaba guapísimo con la armadura y el caballo, estaba tan enamorada de el! Que alegría corría por todo mi ser, los ojos me brillaban al verlo, y la piel se me ponía como escarpias, pero no dejaba de pensar en ese misterioso príncipe al que tanto quería casarse conmigo, me hablaron de el, era poderoso, adinerado, todo lo que quería lo conseguía, educado, amable, tenia el reino mas grande de la zona, pero yo no lo quería, yo tenia a mi príncipe.
Estando en las paraditas mirando, con mi familia, alguien me toca el hombro, y se oyó una voz dulce, ni muy fuerte ni muy suave, que me decía: princesa Sophie! Me gire para ver quien era, ¡dios! ¿Era el? Alto, pelo oscuro, fuerte, guapísimo… se me arrodillo delante de todos y me dijo: ¡Encantado! Soy Sir Domus, caballero y príncipe de las tierras “Doartes” en la Italia mas profunda.
Me quede sonrojada, tenia mi mano cogida, yo petrificada no sabia que decir, solo se me ocurrió decir: ¡hola! ¿Hola? “Pero que dices” en un momento todo se paró, con una sonrisa el me miró y me preguntó: ¿Me hace el honor de casarse conmigo? ¡diosssss! Quería salir de allí cuanto antes, correr, correr, y no parar pero estaba tan estática que no sentía las piernas.
De golpe se oyó un grito de guerra, a lo lejos vi., que venia mi príncipe a caballo con cara de pocos amigos, se paro ante el “teatrillo” que había montado Sir Domus, el aun arrodillado y yo con las mejillas sonrojadas y sin poder moverme, le preguntó que hacía, que, a que venia a su reino, ¿a quitarle a su princesa? El le contestó que “si”
Sir Domus le dijo a mi príncipe que el no tenia derecho a tenerme porque no era azul y era una deshonra, para todos los príncipes, mi príncipe enfadado, no podía escuchar mas sandeces de ese calibre, así que le reto a una de las justas, le dijo que, el que ganara se quedaría con la princesa, (típico), yo me opuse, yo ya tenia a quien quería, no hacia falta justas ni justos, entonces en uno de esos arrebatos del príncipe, le declaro la guerra a Sir Domus, yo pensaba “para que hablo” así que así estábamos, yo con un pretendiente, y el príncipe declarándole la guerra, a este…
Pero…
(nadie dijo que fuera fácil ser una princesa)
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